viernes, 28 de octubre de 2011

A propósito de Peces-Barba



¿Puede un Padre de la Constitución expresarse en los términos en los que lo ha hecho el señor Peces-Barba?. Puede, pero no debería haberlo hecho. Ni en broma ni en serio. El sentido del humor hay que aplicarlo con inteligencia, midiendo las palabras y—sobretodo—considerando el auditorio al que se dirige. Si uno no lo hace así lo paga. El señor Peces-Barba, que seguro que se arrepiente de su frivolidad, lo va a pagar; pero lo peor de todo es que con él lo vamos a pagar todos los que vemos en nuestra Constitución un logro histórico que ha sido útil, y creemos y deseamos que lo siga siendo—incluso, y sobretodo—con la aplicación de los mecanismos de cambio que ella misma contiene para autorreformarse.

En Europa todavía pesa mucho la Edad Media. Pesa, también, la concepción patrimonial monárquica del Estado y hay una cierta complacencia para que los ciudadanos se sientan herederos de ese patrimonio. En ese error cae el señor Peces-Barba, como cae igualmente aquel catalanismo que proclama su relato histórico, como historia compartida y como valor propio y diferencial de Cataluña, para configurar su proyecto nacional. Son esos valores superestructurales que a las clases dominantes les gusta tanto perpetuar.

Si a esta lamentable realidad de fondo, le sumamos una relectura histórica que analiza y valora los hechos pasados fuera de su contexto histórico, con los valores y parámetros políticos del presente, sin tener en cuenta la evolución de esos mismos valores, lo que resulta cuanto menos es una caricatura, cuando no una flagrante y maliciosa falsificación.

No hay comentarios:

Publicar un comentario