martes, 22 de marzo de 2011

Pacto de Conjunción y Sostenibilidad Nacional


Establecidos los tres ejes que conformarán el manifiesto electoral vayamos por el primero. Afirmaba en un anterior  post que: “El eje identitario debería regirse por lo que podríamos denominar el modelo de conjunción lingüística y nacional.

Cataluña necesita un pacto, un auténtico pacto, el que no ha sabido hacer el PSC. Un pacto de sostenibilidad de las dos lenguas que siempre han convivido, un pacto de relatos históricos y sobre todo un pacto de proyecto. Un pacto en el que Barcelona es la pieza clave, por su historia, por su dimensión y por sus capacidades. Un pacto constitucional.

En la dimensión lingüística el Tribunal Constitucional ha identificado con acierto el concepto: el modelo de conjunción lingüística. En una de mis últimas participaciones en el Comité Ejecutivo del Plan Estratégico Barcelona 2000, me opuse a la consideración de hacer del inglés la tercera lengua. No faltaron las críticas y, por los bajines, las burlas. Me opuse porque sin tener resuelta  de forma adecuada la conjunción catalán-castellano, la introducción formal en el discurso de la política lingüística de otra lengua de comunicación internacional como es el inglés, ocultaba la sibilina estrategia de ir creando las condiciones objetivas para acabar considerando al castellano como otra lengua extranjera más. Más o menos conocida, pero al cabo extranjera.

El modelo de conjunción lingüística debe sustituir al modelo de inmersión en el sistema educativo, al modelo de lengua propia en la administración, al modelo de lengua de acogida. Esta propuesta es clave si se quiere mantener el modelo del pacto constitucional.

Es de justicia y a ello habrá que agudizar el ingenio plantear también en lo nacional lo que la Constitución asumió: la existencia diferenciada de regiones y nacionalidades en el seno de una única nación. Bajo este principio el pacto de sostenibilidad que planteo debería incluir el reconocimiento nacional que corresponde al rango de nacionalidad que la Constitución posibilita atribuir a Cataluña. En su capital, Barcelona, es posible empezar a concretarlo.

El pacto que propongo y que podría denominar Pacto de Conjunción y Sostenibilidad Nacional podría resolver las aspiraciones del catalanismo político más extendido y del conjunto de la sociedad española en torno a una visión compartida: una sólida nación política, España, una lengua común oficial, garantía de igualdad de derechos e instrumento de comunicación internacional, y un reconocimiento de la pluralidad lingüística y nacional con garantía mutua de sostenibilidad.

UPyD puede ser una fuerza decisiva en la próxima legislatura en el Congreso de Diputados. Una UPyD con autoridad en Barcelona puede ser determinante en el nuevo equilibrio que se avecina; por ello la entrada de UPyD en el consistorio barcelonés podría ser el primer paso en la senda de un nuevo modelo de cohesión social en Barcelona, Cataluña y España. Vale la pena soñar con ello. Vale la pena la apuesta. Por eso se asume el riesgo.

miércoles, 16 de marzo de 2011

Los tres ejes

En mi anterior entrada planteaba mi propuesta de manifiesto electoral para Barcelona sobre la base de tres ejes: el identitario, el ideológico y el territorial. Es conveniente explicar porqué. Hasta ahora el plano de la política catalana se ha dirimido en dos ejes sobre los que se situaba a la sociedad y a los partidos políticos que la pretendían representar. Los dos ejes eran el ideológico, izquierda y derecha, y el identitario, en términos de sentimiento de pertenencia nacional, catalán o, y, español. Creo que la realidad es siempre más compleja que los modelos que construimos para explicarla, y creo que en el caso de Cataluña no procede confundir la dimensión identitaria con la dimensión territorial. Me explicaré.

Los conflictos de intereses ligados a las necesidades de los ciudadanos que habitan un territorio frente a los ciudadanos que habitan otro territorio, colindante o no, pero sometidos a la ley de suma cero en el reparto de recursos disponibles para atender sus necesidades, no son iguales a los conflictos que se derivan de la existencia de diversas identidades que conviven en un mismo territorio.

Un ciudadano de Vic que por motivos laborales—temporales o definitivos, eso nunca se sabe—esté viviendo en Madrid, puede tener muy clara la afirmación de su catalanidad y se alinee por ello con un partido catalanista y sin embargo, en términos de  sus intereses logísticos vinculados al día a día, le interese apoyar inversiones territoriales vinculadas a su lugar de residencia: necesitará el metro, o un sistema sanitario bien dotado y cerca de su casa o un sistema educativo de buena calidad para sus hijos en su barrio. En los mismos términos lo hará un ciudadano de Lugo que esté trabajando en Sevilla, o un ciudadano de Carmona que trabaje en Barcelona.

Seguro que hay muchos ciudadanos a los que esto no les pasa--a algunos de Iznájar parece ser--pero suele ser habitual en estos tiempos en los que ya no se viaja en tartana. Quizás pasaba antes, a principios del siglo pasado, pero ahora ni siquiera los que se mueven entre continentes asumen el desarraigo como el impuesto que tienen que pagar por su movilidad. Los viajes low-cost e internet han conectado el mundo entero de forma definitiva e irreversible.

Este nuevo fenómeno social seguro que aún no está claro qué perfil va a adoptar con el tiempo pero apunta ya con solidez y a él nos tendremos que adaptar todos. Este fenómeno en el caso de Barcelona y por extensión Cataluña tendrá, como no podía ser menos, sus propios perfiles. Ya se sabe que aquí lo propio prima y con propiedad lo iremos analizando.

viernes, 11 de marzo de 2011

Manifiesto de los 2.300: XXX aniversario

Mañana Impulso Ciudadano organiza la celebración del XXX aniversario del Manifiesto de los 2.300. Quiero sumarme a este evento con un reconocimiento a la capacidad de anticipación que tuvieron. En aquellos tiempos yo militaba en el PSC, era el secretario de organización de Barcelona y no supe ver el alcance de lo que se estaba fraguando en la trastienda de los partidos catalanes.

Poco a poco entendí que el tema lingüístico en Cataluña sería un tema difícil de resolver porque requería que se encajaran muchas piezas y complicadas. Siendo de familia castellanoparlante mi primer contacto con el catalán lo tuve gracias a los vecinos del principal de la casa de mis padres. Compartí juegos infantiles con los nietos de un médico catalán, uno de cuyos hijos ha sido miembro de uno de los gobiernos de Jordi Pujol. No sé porqué siempre nos hablábamos en castellano pero desde siempre les oí hablar en catalán entre ellos. Eso marcó una primera percepción del tema: el catalán era una lengua familiar, el castellano la lengua de relación social. Evidentemente no era consciente de las claves políticas que actuaban detrás de este modelo.

En el colegio, en la universidad, en nuestro lugar de veraneo, ese era el modelo y parecía que no era problemático. En mi mundo el catalanismo no existía, existía el separatismo catalán que me sonaba a algo ya superado por la historia, pero la lengua catalana sí que existía y pronto ví que no era una lengua resignada a desaparecer. Me parecía lógico y por ello contó con mi apoyo pero nunca estuve pendiente de este tema en los debates de los organos de direción del PSC; me interesaban más las cuestiones ligadas al modelo económico de la sociedad que queríamos construir y, además, porque entre otras cosas este tema nunca se trató.

Recuerdo un Consejo Nacional en el que alguien hizo una referencia a este manifiesto con clara intención de ningunearlo. Ahí se encendió mi primera señal de alarma pero no reaccioné. Mea culpa. Un par de años después se estaba ya negociando la Ley de Normalización. Recuerdo que solicité una entrevista con el entonces corresponsable del tema Pepe Gonzalez que, junto a Marta Mata pilotaban el asunto. Se suponía que era la persona que velaría por los intereses de los castellanohablantes. Si algo saqué en claro de nuestra entrevista fue que no tenía la más mínima intención de darme las claves políticas y problemáticas de la cuestión. Se había entregado al adversario. Estábamos perdidos.

En un Consejo Nacional posterior osé preguntar a la ejecutiva del partido sobre cuáles habían sido las últimas diferencias entre nuestra propuesta y la del gobierno de CiU. Pretendía descubrir, ingénuo de mi, cuáles eran las intenciones reales de la dirección de mi partido, cómo había defendido nuestros derechos. La respuesta vino de la mano de Marta Mata: garantizar los derechos individuales de las personas. La astucia del lenguaje de doble lectura triunfaba una vez más.

El tiempo ha demostrado el verdadero alcance de esta respuesta: el objetivo fue que el catalanismo se garantizaba con la ley que los castellanohablantes sólo pudiéramos ejercer nuestros derechos de forma individual. Desde ese momento estábamos sólos, algunos seducidos y todos abandonados. Los 2.300 se merecen el reconocimiento.

viernes, 4 de marzo de 2011

Proyecto de Manifiesto Electoral (I)

He asumido el compromiso de presentarme como candidato a la alcaldía de Barcelona por UPyD porque creo que es el momento de devolverle a la sociedad y a los que están comprometidos en el proyecto que UPyD representa, lo que he recibido de todos ellos como ciudadano a lo largo de mi vida. En un momento de crisis como el actual no tendría sentido para mi dar un paso atrás abandonando el compromiso político o esperando una mejor oportunidad.

Hacerlo en el ámbito de la política municipal puede parecer extraño para aquellos que crean que en este ámbito, el más próximo al ciudadano, los problemas que se han de abordar están lejos de los que han configurado el ámbito de mi preocupación política a lo largo de mi vida política. Nada más lejos de la realidad.

En primer lugar porque desde la instauración de la democracia he desempeñado, en representación del PSC y de UGT, diversas funciones representativas--y por cierto, ninguna remunerada--en entes de carácter local como Barcelona Activa, agencia local de desarrollo económico de Barcelona y en el Plan Estratégico de Barcelona 2000, think-tank del pensamiento estratégico de la ciudad y su entorno que, con carácter trasversal, viene desempeñando una meritoria labor de síntesis para la gobernabilidad de la ciudad.

Hay otra razón para mí más importante que justifica la decisión tomada. Creo que puedo afirmar sin rubor que me siento orgulloso de mi militancia en el PSC durante estos treinta años y que por ello no reniego del espectacular avance que ha experimentado esta sociedad, la española, la catalana y la barcelonesa a lo largo de este período. Tengo derecho, por lo tanto, a sentirme partícipe de este hecho y a extraer de él un argumentos y activos para mi propuesta electoral.

La acción municipal del PSC en el que yo participé muy activamente fue construyendo desde la política local, un referente de modelo de cohesión social que, no sin contradicciones, permitía proyectar una Cataluña plenamente identificada en el proyecto común español. Es cierto que no sin contradicciones. El soberanismo, soterrado, estuvo siempre latente en el PSC esperando su oportunidad. Es a partir de la crisis que  Pascual Maragall, alcalde, tuvo con la Federación de Barcelona con Antonio Santiburcio a la cabeza, cuando los soberanistas dan un golpe de timón decisivo para la trayectoria del PSC en Barcelona y por lo tanto en Cataluña. De aquel golpe de timón salió la candidatura de Maragall a la Generalitat, el tripartito, el nuevo estatuto, la sustitución de Maragall por Montilla, la desorientación general por falta de liderazgo, la sentencia del Tribuna Constitucional, la manifestación soberanista con apoyo del PSC y el desastre final con la puntilla de la crisis económica. Obsérvese que contemplando globalmente esta secuencia de acontecimientos políticos, se entiende mucho mejor la irrupción en Cataluña de un independentismo y soberanismo que hasta hace poco era testimonial. Alguien les preparó el camino.

Resumiendo, dos circunstancias, a mi parecer, hacen que estas elecciones municipales de 2011 sean unas elecciones singulares. En primer lugar la crisis económica de carácter sistémico en la que estamos inmersos todos y que se superpone a los déficits estructurales de la economía española. En segundo lugar la crisis política y social que, desde que se abrió la puerta a los estatutos de segunda generación, se abate sobre el proyecto nacional que la Constitución instauró.

Por ello, ahora, no solo es legítimo sino que es urgente y prioritario concebir, proponer e impulsar un giro en el modelo de cohesión social que, desde el ámbito local, pueda servir de nuevo referente en Barcelona y en el conjunto de municipios de Cataluña que perciben con preocupación la actual situación, y recuperar con este giro la senda de progreso que Barcelona, y con ella Cataluña y el resto de España necesitan.

El desafío que me he planteado y que deseo compartir con todo mi partido es el de plasmar en medidas concretas los elementos que conforman un nuevo modelo de cohesión social con las líneas trazadas por el Plan Estratégico Metropolitano de Barcelona para el período 2010-2020.

El modelo de cohesión social que el PSC desarrolla desde hace tiempo y pretende mantener está basado en reducir Cataluña al catalanismo usando par ello todos los instrumentos a su alcance. Es en el fondo el modelo que el PSUC planteó durante la clandestinidad porque de hecho es el reflejo de una cultura totalizante y una voluntad autoritaria. Ningún partido ha sido tan permeable a los dirigentes del PSUC como el PSC, Monserrat Tura es la guinda de este hecho.

El modelo de cohesión social a impulsar debe respetar la pluralidad y la libertad y articularse en torno a tres ejes: el eje identitario, el eje ideológico y el eje territorial. El eje identitario debería regirse por lo que podríamos denominar el modelo de conjunción lingüística y nacional. El eje ideológico por lo que sería un modelo contractual abierto en las relaciones de producción. El eje territorial por lo que sería un modelo que busque la eficiencia paretiana en la asignación de recursos limitados a necesidades ilimitadas entre ámbitos territoriales distintos que comparten economías de escala.

De todo ello hablaré en las próximas entradas reescribiéndolo, si fuera necesario, en función del debate que a partir de ahora surja.

De antemano gracias a todos los que entren en él.

miércoles, 2 de marzo de 2011

Crónica desde el Ágora

Ayer Ágora Socialista nos dio la oportunidad de tener un debate enormemente interesante con uno de los pesos fuertes del socialismo catalán: Celestino Corbacho. El título de la conferencia-coloquio fue: Qué PSC queremos.

La intervención de Corbacho fue lo que al parecer es un discurso enlatado que están repitiendo los dirigentes del PSC allí por donde van. Inició su explicación haciendo balance de los logros del PSOE, más que del PSC, desde la recuperación de la democracia. Al PSC le atribuyó el mérito del cambio realizado desde la administración local y planteó la necesidad de seguir en esta línea de progreso insistiendo en el desarrollo y profundización del catalanismo de progreso.

Se escudó en que en Cataluña fue necesario plantear el gobierno tripartito, no por coincidencia con sus socios de gobierno, sino porque era la única vía para alcanzar el poder y se quedó tan fresco a pesar de que dijo que el haber sido ministro le quitaba frescura. Responsabilizó de la crisis a la globalización y al sistema financiero y consideró fatalmente inevitable que la ciudadanía quisiera poner cara a los responsables de la crisis y que en este empeño sólo era posible poner la de los gobiernos. Así pasa en todo el mundo.

Aparte de mostrarnos con claridad el camino por el que él piensa que hay que continuar: el del catalanismo de progreso, evitó asumir una especial responsabilidad que recae sobre sus hombros. Comparó la crisis con una pandemia global que cuando llega a España se encuentra con un paciente debilitado aquejado de una gripe provocada por un modelo productivo de bajo valor añadido basado en la economía del ladrillo. Tuve que recordarle que omitía un factor agravante: el provocado sobre el Estado por el raquitismo que había generado la segunda generación de estatutos que el PSC puso en marcha desde Cataluña.

El auditorio esperaba con interés que Corbacho presentara los primeros esbozos del proceso de regeneración política para el PSC a culminar en su próximo congreso, pero la decepción fue instalándose entre los asistentes a medido que Corbacho desgranaba su propuesta. Reivindicó sin convicción retomar la autonomía del proyecto socialista con objeto de volver a gobernar en Cataluña e impulsar el máximo desarrollo del estatuto de autonomía--pásmense ustedes--¡aprobado por el pueblo de Cataluña! Ni la más mínima concesión a la sentencia del Tribunal Constitucional. Con preocupación, con profunda preocupación, porque creo que en el fondo no se percató de lo que le habían hecho decir los folios que alguien le preparó, le tuve que recriminar su llamada a la vía insurreccional y su alineación con las tesis soberanistas.

Intentó justificar esta postura apelando a que de otra forma se darían alas al independentismo. Triste recuerdo nos provoca la estrategia del apaciguamiento precisamente de los nacionalismo que si de algo la historia deja constancia es de sus sed infinita e insaciable.

Me vino al pelo su afirmación sobre la necesidad de construir referentes desde la política local porque esa es precisamente la vía que inicio con mi candidatura para las próximas elecciones municipales. Barcelona puede ser un buen principio para una apasionante experiencia política.

Continuó planteando que mientras se construye una nueva alternativa al gobierno actual, habrá que hacer una oposición responsable—aquí aprovechó para criticar el reciente recorte en el sistema sanitario—llegando a afirmar, sin que se le moviera una sola pestaña, que no dejarían que este nuevo gobierno de la Generalitat se escudara en los discursos identitarios. No pude por menos que señalarle que en ese terreno su credibilidad, a la luz del trabajo llevado a cabo por el PSC, era totalmente nula.

El PSC se aboca a continuar como compañero de viaje del catalanismo político y las personas que podrían dar un golpe de timón como Celestino Corbacho carecen de la capacidad para dar el impulso  adecuado en la dirección necesaria. Él y los sectores que controlan el aparato seguirán administrando el nuevo obiolismo debidamente traducido por el hábil Miquel Iceta. Sin capacidad de impulso, como simple masa inercial las bases del PSC se limitarán a izar y arriar las velas de un barco cuyo timón está en manos de quienes ya han optado por la vía soberanista y que fraudulentamente, con nocturnidad y alevosía, cuando la calma chicha no permita utilizar la fuerza del velamen, sacarán de contrabando un silencioso motor para volver a sacar ventaja y situar a la sociedad catalana en los nuevos mares, esta vez claramente procelosos, de la independencia, es decir de la soledad.

Nos pedía el bueno de Justo Dominguez que nos ciñéramos en plantear qué PSC queremos. Mi propuesta fue sencilla: queremos un PSC que no quiera reducir Cataluña al catalanismo, porque Cataluña es más que el catalanismo, Cataluña es compleja y diversa tanto como lo es España en su conjunto. Es necesario, concluí yo, que quienes sentimos tan importante la preservación de la cohesión social en Cataluña como en España tomemos conciencia, nos motivemos, nos movilicemos y reforcemos los instrumentos que la hagan posible. En cada elección futura habrá una oportunidad. Ahí estará mi empeño. En mayo por ejemplo.

Presentación del proyecto

Mi candidatura, como cabeza de lista de UPyD por la ciudad de Barcelona en las próximas elecciones municipales, se explica por la profunda preocupación que siento por el creciente desapego que se está produciendo entre parte de la sociedad catalana y algunos sectores del resto de la sociedad española. Se entenderá lo de parte, algunos y el resto, porque no quiero contribuir lo más mínimo a que ese síntoma adquiera el carácter de categoría universal.

Soy consciente de que las tensiones sociales, políticas y económicas forman parte de la realidad en todas partes y en cualquier tiempo. Son inherentes a la condición humana y son, junto a otros, motores de la evolución y progreso de nuestra especie. Pero su dinámica, sus interrelaciones y la retroalimentación de sus efectos es propicia a que en algún punto, en algún momento se pueda producir la ruptura del sistema o, cuanto menos, su agrietamiento.

Muchos pueden pensar que esta temática no corresponde al ámbito de la política municipal; sin embargo, creo que es precisamente en este ámbito, el más próximo al ciudadano donde se tiene que actuar para que el sistema político identifique con realismo los puntos críticos, analice sus características y proponga las soluciones.

En el marco de una sociedad dinámica como la nuestra el concepto de cohesión social es un concepto elástico. Desde siempre, en el frontispicio del discurso del catalanismo político más responsable, se ha situado la preservación de la cohesión social en Cataluña. Pero también desde siempre los hechos consumados impuestos por el catalanismo político, se han mantenido mediante la amenaza de quebrar la cohesión social. La contradicción entre el discurso y la acción, hábilmente disimulada, no nos ha pasado desapercibida a quienes nos preocupa también la cohesión social española.

En este blog, bajo la etiqueta de “Proyecto” iré desgranando mi análisis y mis propuestas de acciones dirigidas a encontrar una nueva forma de vertebrar la cohesión social que, tomando como origen la ciudad de Barcelona, mi ciudad, representen una alternativa al actual proyecto totalizante, por normalizador, del catalanismo político. Si la gobernabilidad de Barcelona es posible con esta nueva fórmula, lo será la de Cataluña y lo tendrá que ser la de España.