viernes, 11 de marzo de 2011

Manifiesto de los 2.300: XXX aniversario

Mañana Impulso Ciudadano organiza la celebración del XXX aniversario del Manifiesto de los 2.300. Quiero sumarme a este evento con un reconocimiento a la capacidad de anticipación que tuvieron. En aquellos tiempos yo militaba en el PSC, era el secretario de organización de Barcelona y no supe ver el alcance de lo que se estaba fraguando en la trastienda de los partidos catalanes.

Poco a poco entendí que el tema lingüístico en Cataluña sería un tema difícil de resolver porque requería que se encajaran muchas piezas y complicadas. Siendo de familia castellanoparlante mi primer contacto con el catalán lo tuve gracias a los vecinos del principal de la casa de mis padres. Compartí juegos infantiles con los nietos de un médico catalán, uno de cuyos hijos ha sido miembro de uno de los gobiernos de Jordi Pujol. No sé porqué siempre nos hablábamos en castellano pero desde siempre les oí hablar en catalán entre ellos. Eso marcó una primera percepción del tema: el catalán era una lengua familiar, el castellano la lengua de relación social. Evidentemente no era consciente de las claves políticas que actuaban detrás de este modelo.

En el colegio, en la universidad, en nuestro lugar de veraneo, ese era el modelo y parecía que no era problemático. En mi mundo el catalanismo no existía, existía el separatismo catalán que me sonaba a algo ya superado por la historia, pero la lengua catalana sí que existía y pronto ví que no era una lengua resignada a desaparecer. Me parecía lógico y por ello contó con mi apoyo pero nunca estuve pendiente de este tema en los debates de los organos de direción del PSC; me interesaban más las cuestiones ligadas al modelo económico de la sociedad que queríamos construir y, además, porque entre otras cosas este tema nunca se trató.

Recuerdo un Consejo Nacional en el que alguien hizo una referencia a este manifiesto con clara intención de ningunearlo. Ahí se encendió mi primera señal de alarma pero no reaccioné. Mea culpa. Un par de años después se estaba ya negociando la Ley de Normalización. Recuerdo que solicité una entrevista con el entonces corresponsable del tema Pepe Gonzalez que, junto a Marta Mata pilotaban el asunto. Se suponía que era la persona que velaría por los intereses de los castellanohablantes. Si algo saqué en claro de nuestra entrevista fue que no tenía la más mínima intención de darme las claves políticas y problemáticas de la cuestión. Se había entregado al adversario. Estábamos perdidos.

En un Consejo Nacional posterior osé preguntar a la ejecutiva del partido sobre cuáles habían sido las últimas diferencias entre nuestra propuesta y la del gobierno de CiU. Pretendía descubrir, ingénuo de mi, cuáles eran las intenciones reales de la dirección de mi partido, cómo había defendido nuestros derechos. La respuesta vino de la mano de Marta Mata: garantizar los derechos individuales de las personas. La astucia del lenguaje de doble lectura triunfaba una vez más.

El tiempo ha demostrado el verdadero alcance de esta respuesta: el objetivo fue que el catalanismo se garantizaba con la ley que los castellanohablantes sólo pudiéramos ejercer nuestros derechos de forma individual. Desde ese momento estábamos sólos, algunos seducidos y todos abandonados. Los 2.300 se merecen el reconocimiento.

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