jueves, 29 de junio de 2017

Las falacias del PSC y otros compañeros de viaje



Veo que me ha sucedido lo mismo
que ocurre a los manuscritos
pegados en sus rollos
tras largo tiempo de olvido:
hay que desenrollar la memoria
y de vez en cuando
sacudir todo lo que allí
se haya almacenado.

Séneca

El pasado 10 de octubre un grupo de socialistas catalanes planteamos la necesidad de que el PSOE constituyera su propia federación en Cataluña al margen del PSC. Los acontecimientos no sólo no han ido por donde deseábamos sino que la situación se ha trastocado totalmente: el PSC se ha extendido a toda España.

Para nuestra sorpresa Pedro Sánchez es el nuevo secretario general de un PSOE que abre sus brazos al proyecto político que desde hace años el catalanismo impuso en el PSC. El PSOE quiere transformar España en un Estado plurinacional.

Mis compañeros me cedieron puntualmente en aquel 10 de octubre la portavocía para explicar porqué planteábamos la separación del PSOE del PSC y hoy deseo explayarme en mi análisis ante este nuevo y sorprendente escenario al que toda España asiste asombrada y expectante.

Miquel Iceta es, sin duda, el más autorizado intérprete de las viejas tesis del PSC que situaban en una abstracta e inconcreta "voluntad de ser" la especificidad de su catalanismo, para diferenciarse del catalanismo de CDC y de ERC al que señalaban de base romántica y herderiana. En realidad un precedente del camuflaje lingüístico al que el catalanismo nos tiene ya acostumbrados con sus neologismos inconcretos, tendenciosos y falaces. Derecho a decidir: ¿qué? Voluntad de ser: ¿qué?

Esta construcción lingüística acompaña a un artificio ideológico sincretista que da como resultado un partido-artefacto que, injertado en el PSOE, lo hace incomprensible e inútil y que lo único que produce son esperpentos como el de "nación de naciones" o la apelación "a Europa si se suspende la autonomía de Cataluña". Son los artífices de un sincretismo imposible y que sólo desde la falacia puede sostenerse.

Sostiene Iceta que el proyecto nacional que él promueve es compatible con la igualdad de los ciudadanos españoles. No sólo eso es imposible sino que ese pretendido nacionalismo es  económicamente  ineficiente, socialmente regresivo  y culturalmente estéril.

El sueño del catalanismo es construir un estado-nación que funcione en la práctica como las viejas ciudades-estado pero sin las obligaciones y costes de un Estado. De eso ya se ocuparán otros.

Lo que en realidad esconde el catalanismo es obtener, mantener y garantizar en el futuro el privilegio de reservar en exclusiva para una reducida estirpe el control de una estructura adecuada de estado, la mínima necesaria y suficiente, para controlar los réditos de las economías de escala que se obtienen al aplicar a un territorio privilegiado los recursos dispersos de sus territorios adyacentes, sin tener que compartir los beneficios de esta escalación.

En este proyecto, la lengua propia, es precisamente el instrumento excluyente y expropiante con el que, a modo de arancel lingüístico, preservan para esa reducida estirpe, y a aquellos que la asumen como ascensor social, los beneficios de esta astuta operación.

En realidad la formulación ideológica del PSC es un trabalenguas sin sentido para embaucar a un sector social que, lamentablemente, no es capaz de llevar a cabo una simple interpretación de texto. Para su sorpresa, ahora el PSC y con él el PSOE, debe enfrentarse a una situación en la que no esperaba encontrarse hasta dentro de muchos años: tiene que explicar a toda la sociedad española ese artefacto ideológico que ni sus creadores saben qué quiere decir.

La pretenciosa genialidad del constructo "nación de naciones", por mucho que algunos socialistas insignes la avalaran,  se estrella, aparte de contra el principio de identidad y no contradicción de la filosofía básica, contra la lógica de los tiempos y acabará, en el mejor de los casos, reivindicando un indigenismo en la periferia de una Europa que nos sumirá en la intrascendencia.

La reivindicación del catalanismo tiene, sin duda, su parangón con la difusión en Sudamérica de la reivindicación nacional indigenista. Esta reivindicación tiene un sentido diametralmente opuesto al sentido que se produjo en el mundo anglosajón. Recuérdese que los Estados Unidos de América son eso, muchos estados unidos indisolublemente en una sola nación en torno a la que cierran filas todos sus ciudadanos. Una unión, además, que admite una pluralidad extraordinaria.

El catalanismo, sin embargo, ha preferido esa deriva indigenista frente, incluso, a la vía que el marxismo leninismo apuntó, en su día, cuando sus pensadores teóricos y prácticos analizaban la denominada cuestión de las nacionalidades. Las nacionalidades: un término tan europeo y tan comprometido socialmente. Pero es que en el fondo el catalanismo con esa preferencia se expone tal cual es.

Con la nueva apuesta del PSOE no se sabe quién, ahora en España, es más que quién y qué no tiene nadie por encima de nadie. Iceta se inventa un lenguaje que ni él mismo comprende porque no en vano se dice que lo que no se sabe explicar es que, en el fondo, no se sabe.

Insistir ahora en las singularidades de los territorios y en los sentimientos de las personas es liarla por liarla. El reto es construir una nueva Europa, con gobierno, con presupuesto y con leyes propias y comunes. El reto es construir la nacionalidad europea que, como no podrá compartir lengua común, deberá compartir un instrumento tan o más poderoso: los presupuestos que igualen y garanticen un nuevo estado de bienestar para todos los ciudadanos europeos. Esta y no otra ha de ser la nueva y poderosa argamasa emocional de los europeos.

Quienes se sienten catalanistas tienen todo el derecho a sentirse, pero no pueden monopolizar la forma de sentirse catalanes. No es legítima su pretensión totalizante, por mucho que se esconda tras el eufemístico "catalanismo unitario" que apadrina el astuto obiolista Jordi Font en su intento de destilar el constructo de la "voluntad de ser". Detrás de esta frase mal acabada se esconde el "de ser como nosotros somos"; es decir una voluntad uniformista y totalizante.

No ser o no sentirse catalanista no es ser anticatalanista ni mucho menos anticatalán; es sentirse otra cosa, tan respetable, al menos.

A esta situación no se ha llegado por azar ni gratuitamente. Al margen de la neurálgica responsabilidad del PSOE-PSC, tres cuartos de la misma cabe aplicársela al Partido Popular en Cataluña, una formación que también pretende pasar de contrabando su propia versión del catalanismo, más interesada que sentimental, pero al fin y al cabo abocada a generar el mismo monstruo más tarde o más temprano. El catalanismo tiene peones en todo el tablero de juego.

Y a este juego se siente también atrapada la izquierda todo roja y siempre roja, creyéndose que los llevará a todos a su revolución, como útiles compañeros de viaje, cuando en realidad es siempre ella la que queda atascada en el apeadero de la historia mientras las clases dominantes se aprovechan de su tirón al grito de "¡más soberanía que es la guerra!"

Y finalmente, pero no menos preocupante, a esta pléyade de tontos  útiles o, en el mejor de los casos, ingenuos, amenazan con sumárseles esos neocatalanistas españolistas, valga el oxímoron, que creen que ellos son los buenos, que ellos sí que sabrán resolver un problema que tiene más ecuaciones que variables y que, como en el álgebra, sólo tiene solución en el campo de su imaginación. Estos ignoran que el españolismo lo inventó el catalanismo tal como ha certificado recientemente Joan Lluís Marfany.

La solución no es la simple represión jurídica, ni una soterrada acción policial, ni tampoco la conllevancia de Ortega. La solución nos la señalan los mismos catalanistas. La solución es más política, más profunda, sociológica; pero no la que interesadamente apunta el catalanismo normalizador y totalizante. La solución es la equivalente a la que se planteó con la guerra fría. Equilibrio de fuerzas, con equilibrio en cada uno de los teatros de operaciones en los que se está en contacto con un equilibrio armamentístico de forma que la paz está salvaguardada por la amenaza de la destrucción mutua asegurada.

Es urgente un plan estratégico que contemple un firme empoderamiento cultural, social, económico y político de aquella parte de la sociedad catalana que hoy está cautiva de unos embaucadores y de sus mamporreros y que la han ninguneado y humillado hasta más allá de lo que en dignidad se puede admitir.  Nada clandestino u oculto, todo a la luz de los focos, dando la cara.

No queda otro camino. Afrontemos con vigor y sin complejos la lengua de Cervantes como "koiné" compartida y construyamos con ella un vehículo sólido para valores sólidos con los que afrontar los apasionantes retos que esperan a la humanidad en este siglo que ya ha dado sus primeros pasos y se adentra en unos procelosos mares de esperanza pero también de incertidumbre. Con ella tenemos un papel que jugar en el mundo, sin ella ninguno.

Y así hasta que una nueva revolución científico técnica haga inútil la devastadora arma lingüística. Sin duda la inteligencia humana aplicada a la inteligencia artificial lo hará posible. A partir de ahí solo será un problema de actitud. Como se ve la historia nunca termina.

Paralelamente harán falta medidas tácticas más a corto plazo. En el actual estado de cosas hay que dar, también, respuesta a las soluciones que se proponen, por ejemplo desde el sesudo y lejano New York Times. Su propuesta es irrealizable porque es como poner un caramelo en la puerta de un colegio. Es difícil que los niños soberanistas, ya fuera de la clase, contengan sus apetitos.

Sobre el indispensable equilibrio que ofrece el riesgo de destrucción mutua asegurada más arriba planteado y que debe implicar movilizaciones sociales, hay que propiciar juego político con mesas de negociación para ensayar movimientos y propiciar ajustes en dicho equilibrio estratégico; por ejemplo el que ya he explicitado en otras ocasiones y por otros medios.

Se debería pasar, en algún momento, por uno o varios referéndums; sin duda todos pactados. De otra forma estaríamos en un escenario de ruptura de fatales consecuencias para todos. Por ejemplo por un primer referéndum que recupere para la sociedad catalana el derecho a decidir sobre lo que sí tienen competencias, sobre aceptar o no un Estatuto de Autonomía plenamente constitucional, que una reforma inoportuna e incoherente eliminó, por cierto a iniciativa del PSOE y CiU, al suprimir el recurso previo de inconstitucionalidad.

Según sea el resultado de ese referéndum habrá que acometer con rigor democrático, y por lo tanto rigor legal, el abanico de opciones que se vaya planteando que, lo más probable, derive hacia una reforma constitucional, ahora sí, con todas las cartas sobre la mesa. La sociedad catalana está equilibrada desde el punto de vista sociolingüístico y ahora puede dotarse de un Estatuto eficaz, respetuoso y solidario. O a lo mejor no porque la sociedad catalana bien puede acabar aceptando la actual redacción enmendada por el Tribunal Constitucional del Estatuto vigente.

Esta es la verdadera vía política que nos puede dotar de instrumentos jurídicos sólidos sobre competencias y procedimientos, porque al final, sobre sexo, amor e identidades nada se puede legislar, porque nada ni nadie puede imponer, si de respeto hablamos, una forma de amar mejor que otra pues el mismo Cristo nos impulsó a amar hasta a nuestros enemigos.


Acabando. Las limitaciones propias de la edad no me permiten ya tirar con la energía necesaria del carro de la formación de ninguna organización partidaria que sepa conjugar en la arena del circo político estas ideas. Todas mis energías las dediqué a exponer y defender estas ideas durante los más de 30 años que estuve participando infructuosamente en el PSC; pero desde aquí declaro mi compromiso intelectual, en lo que valga, con aquellos que estén en esa lid.

domingo, 25 de octubre de 2015

Presento mi autobiografía

El próximo 11 de noviembre a las 19:00 h presentaré mi autobiografía en la biblioteca del Guinardó (c/Camelias 76-80, metro Alfonso X, bus 32, 39, 55). Consideraros invitados al acto.

Por fin, tras nueve meses de redacción y un año de edición, os podré ofrecer una visión de la segunda mitad del siglo XX y algo más de la primera década del XXI. Más de 65 años de una época que ha visto muchas cosas, contadas desde la cámara subjetiva de mi propia percepción.

Es, inicialmente, una obra para transmitir a mis hijos y a mi nieta –que ve la luz justo con esta presentación– una percepción de un cierto sentido de la vida. Me propongo compartirla con todos los que queráis.

Es una visión limitada a unos ojos que a la vez que miran y observan van aprendiendo a entender el mundo. Es la aventura de una vida en la que el aprendizaje nunca acaba.

Es un relato hilvanado sobre aquellos acontecimientos que han jalonado mi vida y la han marcado de una forma determinante. No aparecen, porque es imposible, todas las personas que han influido en mi vida; pero creo que todas podrán encontrar algún episodio en el que encuadrarse.

Es, también, una invitación a que el lector se motive a inscribir, en cada uno de los episodios en los que se sienta involucrado, su propio relato; coincidiendo o discrepando del mío.

No es –aunque la tentación está– un ejercicio de nostalgia. Es una puesta en valor actual de una trayectoria vital, para proyectarla en el futuro, debidamente reelaborada a partir de la convicción de que nuestras vidas se mantienen gravadas en el soporte del universo como lo están los primeros ecos del Big-Bang.

Y aunque no tenga la seguridad de que eso sirva para algo apuesto, sin embargo, por considerar la hipótesis de que es posible alguna forma de expansión de nuestra conciencia que nos lleve a percibir la presencia completa de nuestras vidas una vez superadas las coordenadas de espacio y tiempo, cuando cabalgando sobre la luz descubramos que otras luces son posibles.

Con esta hipótesis, estas motivaciones y estos deseos os ofrezco mi relato.

Os espero, pues, el próximo 11 de noviembre a las 19:00 h en la biblioteca del Guinardó. ¡Hasta el día 11!



miércoles, 16 de noviembre de 2011

UPyD la opción socialdemócrata responsable

Las encuestas lo anticipan, el PP parece que tendrá la mayoría absoluta. Es muy posible que en parte sea porque un importante volumen de voto socialdemócrata ha manifestado esa tendencia. En estos últimos días de campaña parece, también, que el PSOE puede estar recuperando parte de ese voto. Hay además un importante porcentaje que están en dudas. La opinión ciudadana estará fluctuando hasta el día 20.

La crisis financiera de caracter sistémico nos ha sorprendido a casi todos. La generación que hemos construido el actual estado de bienestar estamos en las puertas de la jubilación y tenemos, muchos, intereses contradictorios. Tenemos nuestros ahorros en unos planes de pensiones que deberán complementar nuestras pensiones públicas. Tenemos que decidir cómo los vamos a gestionar. Tendremos también nuestra pensión pública. Nuestro nivel de vida dependerá a partes iguales de la forma como se gestionen las dos.

Para defender el poder adquisitivo de la pensión pública necesitamos un gobierno que crea en el estado de bienestar. Para obtener una adecuada rentabilidad a nuestros ahorros, sin que a la vez se descapitalicen, necesitamos que el gobierno garanticen que las deudas del país se pagarán. No en vano un importante porcentaje de nuestros ahorros están en títulos del Estado.

El PP no dudará en llevar a mínimos posibles el estado de bienestar. El PSOE y el PSC no tienen credibilidad en este momento y el país necesita que los dos acusen una crisis profunda para que regeneren sus estructuras y proyectos. Los socialdemócratas responsables tienen en UPyD la fórmula que da la respuesta adecuada a esta situación.

Yo votaré UPyD, por interés y por responsabilidad.

viernes, 28 de octubre de 2011

A propósito de Peces-Barba



¿Puede un Padre de la Constitución expresarse en los términos en los que lo ha hecho el señor Peces-Barba?. Puede, pero no debería haberlo hecho. Ni en broma ni en serio. El sentido del humor hay que aplicarlo con inteligencia, midiendo las palabras y—sobretodo—considerando el auditorio al que se dirige. Si uno no lo hace así lo paga. El señor Peces-Barba, que seguro que se arrepiente de su frivolidad, lo va a pagar; pero lo peor de todo es que con él lo vamos a pagar todos los que vemos en nuestra Constitución un logro histórico que ha sido útil, y creemos y deseamos que lo siga siendo—incluso, y sobretodo—con la aplicación de los mecanismos de cambio que ella misma contiene para autorreformarse.

En Europa todavía pesa mucho la Edad Media. Pesa, también, la concepción patrimonial monárquica del Estado y hay una cierta complacencia para que los ciudadanos se sientan herederos de ese patrimonio. En ese error cae el señor Peces-Barba, como cae igualmente aquel catalanismo que proclama su relato histórico, como historia compartida y como valor propio y diferencial de Cataluña, para configurar su proyecto nacional. Son esos valores superestructurales que a las clases dominantes les gusta tanto perpetuar.

Si a esta lamentable realidad de fondo, le sumamos una relectura histórica que analiza y valora los hechos pasados fuera de su contexto histórico, con los valores y parámetros políticos del presente, sin tener en cuenta la evolución de esos mismos valores, lo que resulta cuanto menos es una caricatura, cuando no una flagrante y maliciosa falsificación.

jueves, 19 de mayo de 2011

Democracia real: compromiso y esfuerzo real


Ayer estuve en la Plaza de Cataluña en Barcelona yo también. Yo también pido democracia real. Hace muchos años que trabajo por ella. Mi compromiso político dentro del socialismo democrático se basaba en eso. Concebía y concibo el socialismo como un proceso permanente de profundización de la democracia.

Me singularicé dentro del PSC por decir lo que pensaba en cada momento aunque me quedara sólo. Para mí un partido político es no solo un instrumento de encuadramiento político-organizativo, sino también un instrumento de participación política que te permite incidir en la orientación de las decisiones políticas con mucha más frecuencia que con un voto cada cuatro años.

Un ciudadano responsable y comprometido políticamente, cuando encuentra que la fórmula político-organizativa en la que está participando ha traspasado los límites de lo que uno considera asumible políticamente en aras de una eficacia colectiva, deja esa fórmula e impulsa una nueva que se ajuste más a los valores que considera importantes.

Si esta situación responde además a la percepción de más ciudadanos, después de algunos intentos la nueva fórmula política sale y se articula jurídicamente como un nuevo partido. Esa es la grandeza de la democracia.

Porque creía que la alternancia política que se ha instalado en el país quedaba viciada de origen por el juego asimétrico y sesgado al que le obligaban los partidos nacionalistas excluyentes. Porque creía que el sistema electoral era el instrumento que facilitaba esta situación. Porque creía que era necesario introducir elementos de democratización interna de las maquinarias políticas con el sistema de primarias. Porque creo que es necesario un sistema educativo que cohesione a la sociedad española en unos valores básicos compartidos. Porque creo que es necesaria una regeneración de la clase política. Por todo ello me incorporé a UPyD.

La democracia real está al alcance de todos los ciudadanos permanentemente; se trata simplemente de ejercerla. Sólo requiere compromiso y esfuerzo continuado. Como todo en la vida.

domingo, 8 de mayo de 2011

Barcelona: Ciudad abierta o capital nacional

Es el momento oportuno de replantearse a fondo el modelo de futuro de Barcelona. La crisis amenaza pero también da oportunidades para acometer nuevas experiencias.

Un largo ciclo se ha cerrado. Todo parece que políticamente también. Barcelona ha cambiado mucho, es una ciudad moderna con una situación privilegiada que la hace muy atractiva para que la gente viva en ella.

Un dilema se le presenta ahora cuya resolución condicionará fuertemente su futuro. ¿Desea Barcelona ser una capital nacional o, por el contrario, prefiere las oportunidades que ofrece ser una ciudad nacionalmente abierta?

Como capital nacional, dado los límites demográficos y naturales que tiene (mar, montaña, municipio pequeño) se transformará en una ciudad burocrática de funcionarios. Probablemente con una identidad muy marcada pero que, en el mejor de los casos, derivará seguramente sólo en un intenso tipismo de, lógicamente, rentabilidad turística pero, sin duda, limitada.

Como capital abierta, atractiva a cualquier iniciativa que implique un desarrollo estratégico bien encajado en las aspiraciones de sus ciudadanos, sus posibilidades serán mucho más amplias. Esta alternativa requiere externalizar aquellas funciones de administración nacional que, por sus características, puedan resultar más eficientes concentradas en instituciones y ámbitos especializados. Se trataría de subcontratarlo bien.

Esta decisión estratégica es importante, quizás la más importante que tenemos que tomar los ciudadanos de Barcelona. UPyD está a favor de una ciudad abierta para poder recuperar la capacidad emprendedora y creadora de riqueza que nunca debimos de perder y, por ello, preferimos que algunas competencias vuelvan a ser de responsabilidad del Estado. Por interés.

viernes, 6 de mayo de 2011

Barcelona: ¡abajo las murallas!

Casi todas las ciudades europeas importantes con largo pasado como Barcelona han tenido murallas. Otras ciudades se formaban alrededor de un castillo o fortaleza en el que los pobladores se refugiaban en caso de ataque. Era la lógica de los tiempos.

Las murallas eran necesarias para defender la ciudad de posibles enemigos, pero servían también para que el señor o soberano de turno ejerciera un control sobre todo lo que acontecía en su interior.

Como dispositivo defensivo dejó de funcionar cuando la tecnología militar desarrolló la artillería. Como instrumento de control duró hasta que fue más interesante para el poder de turno promover su desarrollo urbanístico.

Con el tiempo las murallas cambian y hoy desde el poder se han levantado otras murallas que con el pretexto de defenderla la controlan y la limitan. El proyecto del catalanismo para Barcelona es la nueva muralla de la ciudad. Curiosamente de nuevo desde la ciudadela, donde se sitúa el actual parlamento catalán, se han habilitado leyes que, so pretexto de hacerla capital de Cataluña, van a limitar su crecimiento como capital española y urbe global.

Con el proceso reduccionista del catalanismo Barcelona pagará—lo está pagando ya—un precio elevado. Aún se está a tiempo de evitarlo. Barcelona necesita integrar política, económica, social y urbanísticamente toda el área metropolitana: la ciudad real. 

Unificación municipal, elecciones de primer grado y una organización adecuada de todos los servicios son objetivos inaplazables para el futuro que necesita nuestra sociedad. Cuanto más se tarde en acometer este desafío, peor será. UPyD está por la labor.

¡Abajo las murallas!